Y de postre galletines

Cojito ergo sum.

Bueno, pues ayer al fin me animé a bajar a la calle a dar un paseito. Sin muletas; con una cojera molesta y ridícula, pero sin muletas. Al principio chispeó un poco, pero no soy hombre que se venga abajo por minucias, de manera que no desistí.
Eso sí, en tales circunstancias, los viandantes se dividen en dos clases (amén del axioma de "antes de que me moje por apartar mi paraguas, te quedas tú sin ojo", que todo el mundo sigue a rajatabla en esta ciudad), a saber: El 90% son de los que, prestos ellos inmersos en sus supersónicas vidas, te esquivan a izquierda y a derecha de medio lado, con gesto de "puto cojo". Luego hay un 10% que hacen lo mismo, pero como con más educación, y te prestan algo más de atención. Una señora hasta me ofreció ayudarme a cruzar la calle, como quien se echa a la mar a salvar los bancos de coral, o algo así. Yo, por supuesto, le dediqué mi patentada sonrrisa de medio lado acompañada de un suave "muchas gracias" (¿por qué soy siempre TAN encantador?), aunque en realidad estaba pensando "señora, que estoy cojo pero no ciego, cojones".

Lo malo es que hoy me duele la pierna desde la punta de los dedos del pié, hasta la maldita rodilla (fruto, supongo, de tener esas posturas forzadas al andar...) Al menos, me dió el aire. Esta tarde los cien metros valla.

Mira lo que hace Somófrates a las 03.25.04 09:42