15. juuni 2004

Cojones con los títulos...

Se nota que lleva días dandole vueltas al tema. Obsesionado. Y supongo que es normal cuando a los veinticinco años termina una historia de siete.
Me va contando sus divagaciones de manera cronológica sin darse ni cuenta, y casi se adivinan atisbos de la evolución de su locura con cada sorbo que le doy a mi cerveza. Argumentos que primero quieren justificar su autodestructivismo, luego enfatizan en lo injusto, pasan por lo sacro de sus sentimientos, y acaban en desprecio. El cuadro típico, mojado con insomnios, algún coma etílico, bajadas de tensión, mucha cocaína y una sospechosa muñequera que no deja que nadie toque.
Con cada punto que le da a su historia, a mí se me vienen a la mente dezmil vivencias personales; un par de cientos de sonrrisas y nueve mil y pico agujeros de bala. Pero no le digo nada. Porque no quiere que le diga nada. Sólo quiere que le escuche, y que le diga que tiene razón cuando dice que su historia es la más triste que jamás ha vivido nadie en la historia de las historias tristes.

Me lo resume en cuentos y parábolas que él mismo se ha hecho, como quien intenta hacerse una chuleta para ir a un exámen. Me habla de ella buscando algo en un bosque, o no sé qué gilipolleces. Me cuenta los discursos lapidarios y las frases fulminantes que seguramente lleva días practicando frente al espejo y que no se atrevió a decirle a ella. Me habla de ella, de sus gestos, de sus frases, de sus olores.

El tipo más activo, positivo y con más iniciativa que conozco en el mundo se estaba deshaciendo como un pelele delante de mí. Pero es que esto es vivir, hijo mío. Esto es la salsa de la vida, lo que todo nos lo dá y lo que todo nos lo arrebata. Si nunca nos pasara nada realmente malo, nunca aprenderíamos a apreciar lo realmente bueno. Y, pese a que ultimamente me doy cuenta de que en el mundo solamente sufren las buenas personas, yo no puedo más que escucharte cabizbajo y regalarte mi silencio. Ni si quiera pedirte que tengas cuidado con esas papelinas, ni con esa botella, ni con lo le haya pasado a tu muñeca. Porque no voy a decir sólo lo que tú quieras oír.

Cuentas con mi mano, aunque sea pequeña y torpe, para superar tu trago, amigo. Pero no me vuelvas a pedir que sea cómplice o mensajero de tu estupidez.

Mira lo que hace Somófrates a las 06.15.04 13:41



Cosonísimas:

Somo, a veces está muy bien escuchar, pero de vez en cuando que te digan como son las cosas de verdad, viene muy bien.


Suerte con tu amigo.

PD: La muñeca hinchable no llega...

Mira lo que hace MiChAeL

En mi larga experiencia como receptáculo de las confesiones de los sentimentalmente abandonados, hace tiempo comprendí que con el silencio no es suficiente. Hay decir lo que se piensa, sin tapujos, con una sinceridad que sirva de muestra de afecto.

Tal vez lo hice con el propósito inconsciente de que me dejaran de dar la chapa, pero, desde entonces, el número de confesores se ha incrementado poderosamente

Mira lo que hace hallofon

Pues yo siempre pongo el apioautomático, y nuevo la cabeza como los perritos esos de los coches. Oye y funciona. Lo suelo rematar con un movimiento de ombros un suspiro y un menuda putada.

Mira lo que hace apio, la buena amiga

Joer, a mi me pasó con una amiga.

Acababa de cortar con el novio y nos íbamos cada semana a comer y a que me llorara un poco. Yo (y todos) la convencía de que el tío era un idiota (que lo es) y que el mal rollo se pasaba con el tiempo.

Pues han vuelto y se van a casar.

Mira lo que hace angua

A veces lo mejor en estos casos es q un buen amigo te pegue una colleja para que dejes de hacer el canelo y veas q la vida no se ha acabado en - ELLA -. Collejea, Somo, collejea.

Mira lo que hace Eowyn

Te has olvidado dar gracias al huevo y a la tortilla por hacer la tortilla de patatas.

Mira lo que hace apio, the Saimaza's sister

A veces cuesta más callar que hablar...seguramente a tu amigo le vale más tu silencio que otra catequesis. Suerte :)

Mira lo que hace mOe:)