Siempre he creído que el culto al cuerpo, persé, es una de las mayores pérdidas de tiempo que han achacado al espíritu humano desde que Rubens pintó aquellos culos mórbidos y celulíticos. Sin embargo, estamos asistiendo a la culminación de una revolución social lenta y fatigosa que nos invita a despojarnos de remilgos y reservas, dejando al descubierto la cruda realidad. No nos interesa la gente; ni sus mentes ni sus almas. Queremos cuerpos. Queremos rostros. Queremos carnes firmes que nos den escalofríos cuando las veamos pasar por la calle.
Lo dice Ben Stiller en su última película cuando publicita su gimnasio de cuerpos perfectos: "somos mejores que usted, y lo sabemos". Desde luego, no estar a gusto con uno mismo debería ser un delito penado con la muerte. Pero me dá a mí que los últimos sesenta años de publicidad han inculcado sentimientos de culpabilidad por todas partes. Yo mismo perdí dieciséis kilos de peso el verano pasado, para luego recuperar la mitad. Un despropósito, oigan. Miren, que no: que a mí me gusta comer, y lo hago a dos carrillos. Que me rapé la cabeza para disimular mi alopecia, y ahora me la rapo porque me gusta rapada y además a la gente le dá por frotármela porque dá suerte. Que odio afeitarme y además se me irrita la piel del cuello cuando lo hago. Que yo, la camisa, por fuera y las camisetas grandes. Y que estoy requetebien fumando y bebiendo y pesando ochenta y cuatro kilitos de buen rollo con mi metro sesenta y dos. Y que me gusta atusarme la pelambrera de mi barriga cuando voy a la piscinita.
A ustedes les dejo las dietas, las cremas masculinas, los rayos uva, las mechas y los tintes, el fitness, el gimnasio, la musculación, el peinado de David Beckahm (el de antes, que ahora resulta que me copia a mí), los ácidos oléicos, las gafas de Gucci (de armador griego, que dice mi Porris), los bares de zumos de frutas tropicales, las depilaciones integrales, los complementos vitamínicos, los masajes linfáticos y las sonrrisas profident. A mí me basta con ducharme todos los días, mi desodorante y mi colonia de toda la vida. Bastante cultivo ya mi cuerpo cuando se estropean las escaleras del metro.
Por supuesto, que cada cual haga lo que quiera, sobre todo si es para ser más feliz (y les compensa el esfuerzo, claro). Si ser metrosexual es tu meta en la vida, duro con ello. Pero no contéis conmigo. A mí las mujeres me gustan sencillas, mundanas, con la cabeza en la tierra y la risa sincera, sin colorantes ni conservantes, que huelan bien cuando tienen que oler bien y mal cuando tienen que hacerlo mal, que disfruten comiendo, y que disfruten siendo ellas mismas. Si quisiera una muñeca Barbie, ya me habría comprado una. Si ya me lamento de que cada vez haya menos así, más me lamento de que ahora los hombres tengamos que subirnos también al carro. Cuidad vuestro cuerpo, que sólo tenéis ese; pero no os engañéis: sois vuestras mentes, no vuestro aspecto. No dejéis que os defina un espejo.
Y yo que creía que mi mayor tara era bailar como Stephen Hawking...
"Metrosexual". ¿Pero estamos gilipollas, o qué?
¿No habías dejado de fumar?
Mira lo que hace Kaikhabía...
Creo que pretende decirnos que no tiene fuerza de voluntad.
Mira lo que hace Charles M. TowsendMetrosexual= lo que toda la vida se ha dado en llamar "Dandi". Esto es, exagerar en lo que a cuidar nuestro aspecto se refiere. Pero si la semana pasada te tiraste un buen rato buscando "esas" gafas de sol y no otras, en pos no de cubrir una funcion sino de cuidar el aspecto que das. Si te encargas camisetas por internet, unas y no otras, no por lo que abriguen sino por el mensaje o resultado que den. Si te pones piercings y tatuajes...
...me preguntas que es metrosexual, clavando tu pupila en mi pupila? Metrosexual eres tu.
Mira lo que hace El Hombre Malo"Y yo que creía que mi mayor tara era bailar como Stephen Hawking..."
Jajajaja
Somófrates said:"¿Pero estamos gilipollas, o qué?
Apio answered: "Sé cree el ladrón que todos son de su condición".
Que conste que si yo los lunes me pongo a régimen es porque en mi dieta los lunes se come salmón ahumado con philadelphia y se cena brochetas de pollo. El martes como toca acelgas no me queda más remedio que abandonar. Pero no es por falta de voluntad sino pore intolerancia a la celulosa.
LLámame macarra. U hortera. Pero...
¿Metrosexual? ¿Yo? Como no sea por lo que me mide el rabo...
No es que dé buena suerte, es que es superrelajante tocarte los pelitos de la cabeza, zum, zum, parriba, pabajo.
Mira lo que hace Irenerl