Creo que mi llegada a la madurez me sobrevino cuando dejé de recoger personas perdidas. Yo era quién defendía (malamente, ya que Dios no me regaló con excesivos medios a tal fin) a Manolín en el patio durante los recreos. Yo era quién dijo NO al abuso que Manolín y las galletas que su madre le compraba para tenerle calladito sin dar la murga en casa sufrían por parte de los depredadores académicos, profesora de inglés incluida. Yo era quién accedía a ir alguna tarde que otra a casa de Manolín a aburrirme mortalmente con tal de dejarle pensar que tenía amigos. Al menos uno. Yo era quién se llevaba a Manolín de paseo por las tiendas de cómics del centro de Madrid, aún cuando a él le parecía la mayor aventura de su vida, desafiando a la autoridad materna que a sus trece años le prohibía alejarse de su hogar más allá de dos semáforos.
Yo era el único que se arrimaba al Sebas. Ése chaval alopécico, con dificultades en el habla, con incipientes problemas que afectaban a su sistema nervioso. Yo era quién accedía a ir a comer a su casa. Bueno, a verle comer, más bien, ya que a mí se me quitaba el apetito. A aguantar sus constantes mentiras compulsivas sobre la vida paralela de gloria y triunfos que llevaba cuando yo no miraba. Yo era quién se pasaba horas y horas en su casa -casa que en todo el día se podía ver a sus padres en trámites de separación- jugando a dobles en un 286 a aquel juego de la NBA donde tenía que dejarme ganar. Yo fuí quién le dió la mayor alegría de su vida al acceder en ir un viernes con él al cine a ver Alien3. Sebas le hablaba a su madre de su gran amigo Alex. Su mejor amigo. Su único amigo.
Yo era quién salvó a Cases de un linchamiento por cantar la internacional en un colegio de pago, donde al menos dos alumnos lucían patillas, tirantes y coco liso -los profesores nunca les llamaban la atención por no llevar el uniforme, curioso-. Vamos, que el linchamiento me lo llevé yo, entre carcajadas agónicas, cual Tyler Durden. Maricones, no sabéis ni dar patadas a alguien en el suelo. Me cago en vuestras Doc Marteens. Y ellos me machacaban cantando el cara al sol, mientras el resto de la clase les vitoreaba. Después siguieron con Cases, pero estaban cansados, y sólo le sacaron por la ventana. Bueno, pasamos dos semanitas en casa, bien por baja médica, bien por amonestación al provocar una pelea, hablando por teléfono.
Yo era quién acogió bajo su ala a Jorge. Jorge era, sencillamente, tonto. En su casa lo sabían, y le querían un montón, pero estaban cansados de ir de tontería en tontería. Su madre me caía de puta madre, una mujer desgarbada, delgadísima, de piel cetrina, ducados en ristre a todas horas, que no hacía más que hablarme de la revolución que deberíamos hacer ahora los jóvenes para arreglar el mundo mientras me enseñaba fotos de Ché. A Jorge no le interesaban las tonterías de su madre, ni las fotos, ni la historia de la revoluciñon cubana. Jorge sólo quería salir de juerga y matarse a pajas las 24 horas del día. Raúl y la demás gentuza con la que me juntaba me dijeron que querían robar en su casa, ir todos, que nos pusiese el ordenador -Jorge metía a cualquiera que dijese ser su amigo en su casa-, que uno dijese de ir al baño, y se llevara el dinero que sus padres guardaban en la mesilla de noche de su habitación. No le dije nada a Jorge, pero sí le dije a Raúl que si algún día desaparecía algo de aquella casa, por mi parte, todos y cada uno de ellos se iban a encontrar con una denuncia en comisaria y una declaración firmada sobre lo que me acababan de proponer. Desde aquel día mi vida en el barrio fué un infierno, por supuesto. Una noche a mi perro le dieron una paliza. Alguien pintaba "cosas" en la puerta de mi casa. Ni si quiera podía ir al parque a comprar costo, porque los que pasaban me amenazaron. Al final, alguien que conocía la casa, se coló en ella una mañana de mártes. Mis padres trabajaban, yo estaba en el instituto, los mártes no venía la asistenta, y esperaron a que mi abuela saliese a comprar el pan. Desaparecieron muchas cosas. E incluso vi los recibos de la casa de empeños, meses más tarde. Recuerdos muy mal vendidos por un poco de droga y un vespino de segunda mano.
Yo era quién se arrimaba a Tinín. Se llamaba Valentín, y su familia era del Opus, lo cual explicaba lo de llamarle "Tinín". Eran ocho hermanos. Todos ellos con un palo metido en el puto culo. Cada vez que se hacía una paja me llamaba, porque decía que prefería oirme a mí decirle que aquello no era malo, a tener que escuchar al párroco en confesión. "Tinín, si vas contando esas cosas por ahí, no me extraña que tu único amigo sea yo, pedazo de gilipollas". De este no supe más, supongo que se metería en las juvantudes del PP, o algo.
Los padres de Juan eran argentinos. Ella, una amrgada de cojones que no debía de haber tenido un orgasmo en su vida. Él, un gordo cebón rubio y barbudo de ojos azulísimos, que en vez de montar una Harley (que era lo que le pegaba) capitaneaba un boeing de Luftansa. Juan era otro mentiroso compulsivo sin amigos al que todo el mundo le tomaba el pelo, a quién sus padres le compraban lo que les pidiera con tal de que no diese la tabarral, y que luego él se iba olvidando, o perdiendo, o lo que fuese. Después de conocer a mi grupo de "amigos", me enteré que quedó un día con un par de ellos para jugar al póker en su casa. Por supuesto con dinero y el mueble-bar de su padre al servicio del evento. Veintemil pelas le sacaron. Como no las podía pagar, le dieron un plazo. Como en las películas, vamos. A la semana de aquello, Fernandito se presentó en la puerta de su colegio con una navaja para reclamarselas, de un modo u otro. Juan se lo contó a su padre, claro, y antes de decirle "papá, soy gilipollas y jugué dinero en tu casa con tres desconocidos que yo mismo invité" inventó una historia cuyo centro argumental era yo. Y a mí se me cayeron los cojones, porque eran "mis amigos", y todo el mundo llegó a la conclusión de que yo debía de ser una especie de mente criminal que planeó todo esto con sus compinches desde el prncipio. Juan se metió en aquello él solito, y pese a que admito que fuí yo quién le presentó a esa jauría de hienas drogadictas, quién quiso jugar a ser el más guai del barrio fué él. Y no dijo nada en mi defensa, ni cuando yo le preguntaba a gritos ante policía y padres de unos y de otros "¿YO TE DIJE DE APOSTAR CON ELLOS? ¿YO TE HE LLAMADO NUNCA PARA RECLAMARTE ESA DEUDA? ¡DI LA VERDAD, JUAN, QUE SOMOS AMIGOS Y ME VAN A COLGAR DE LOS COJONES POR TÍ!". Juan miraba al suelo y enmudecía. Efectivamente, me colgaron de los cojones. Ahora Juan tiene 26 años, un local de reparación de ordenadores en Tres Cantos, al norte de Madrid, un huski siberiano, un piso de 140 metros cuadrados y duerme calentito con su novia, una rubia impresionante con dos tetas como las cabezas de dos niños pequeños.
Yo era el único que se arrimaba al Lolo, aquél gitanazo al que todo el mundo en el instituto temía. Ay, amosarrobar, decía cada dos por tres. Yo me reía y no le tomaba nunca en serio. Él me contaba cosas de su mundo y yo se las contaba del mío. Venía a clase tan sólo un par de días a la semana. Claro que cualquiera llamaba a sus padres para decirles que el niño no había ido a clase. Ya no porque a sus padres les importara tres cojones, ya que estaría robando melones para que su madre los vediese luego, sino porque no debían de tener ni teléfono. El Lolo sólo iba al colegio para verme a mí, que era "un payo mu listo y mu guapo", o eso le decía a su hermana (más fea que mandar a la abuela a comprar droga, todo sea dicho). Un día mi amigo Javi se cagó en la familia del Lolo a gritos, porque el Lolo le había robado un plumier (siempre había dicho que le quería regalar un estuche como el de Javi a su hermana, que era muy bonito), así que el Lolo dejó constancia de que los rumores que corren sobre la mala sangre que gastan los gitanos cuando se les menta a la familia no son para tomarselos a cachondeo, y para ello usó una navaja mariposa.
Supongo que, desencantado, he dejado de alimentar ése afán por ser Peter Pan con la banda de los niños perdidos. Paralelamente, dejé de meterme al cuerpo todas aquellas cosas que me metí y que me jodieron tantísimo (aunque no me arrepiento de nada, salvo de juntarme con quienes me junté). Y ví que los amigos no eran ni los unos ni los otros. Que allí el único que acabó sin amigos fuí yo. Y que cada grupo de personas ven el mundo de maneras absolutamente distintas, ninguna de ellas ciertas o falsas, que dependiendo de con quién esté sentado a la mesa, puedo estar en un planeta o en otro.
Así que yo, mis queridos seres humanos, me quedo fuera y me hago un mundo para mí solito.
Así que, quien quiera darme clases sobre amistad, lealtad, relaciones, o cualquier otra gilipollez, que no pierda el tiempo él, y que no me lo haga perder a mí. ¿Gente buena de verdad hay en el mundo? Sí, claro, seguro que la hay. Creo que conozco a uno. Pero me juego el cuello a que no eres tú.
Lo que sí que sé es que tontos los hay a patadas en todas partes. Y lo único que ha diferenciado a los niños perdidos de las hienas, es que los niños perdidos eran tontos de remate. De haber tenido inteligencia y picardía, habrían sido tan hienas o más que cualquier otro.
Así que, dime, ¿qué eres tú?
¿Hiena, o tonto?
Yo ni tonta ni hiena,
yo más bien mosca cojonera.
A ver, parece que como se dice, la experiencia es un grado, y, por lo que se ve, la tuya es un curso intensivo. Tener amigos es como tener un puñado de pirañas, son muy amables con sus projimos, hasta que ven que hieres a uno de los suyos. Lo mejor es tener muy pocos amigos tio, muchos colegas, si, pero pocos amigos, que así los palos son menores. Por mi parte, yo creo que soy un jodido Peter Pan desde que tengo uso de razón, así me va claro, un tonto, como tú dirias, un gilipollas diria yo en ciertas ocasiones. La verdad es que desde mi punto de vista, lo mejor es pedir sólo lo justo a los amigos, y darles sólo lo justo, así no tendrás nunca ningún reproche ni tuyo ni de nadie más.
Un saludo chaval, y no te tires de los pelos, que tener pocos amigos es consecuencia de escuchar rage o whitesnake, llevar ese tatu o tener unos amigos que como distracción(y a veces me sorprende porque llega a ser de manera inconsciente) se dedican a dar palos a todo el que le parece lo minimamente tropical. De todas formas, no te preocupes, que dentro de poco te tocará la loteria y tendrás una de amigas rubias con tetas gignates, que se rifan por comertela al llegar a casa de generación x que verás, nos vas a sacar a todos del curro.
A disfrutar
Bonito post Alex, ha sido como sentarte cerca de un fuego a escuchar al abuelo contar sus batallitas...
Ya sabes lo que opino sobre la victima y el verdugo o el tonto y la hiena como tú lo llamas.Creo que existe una especie diferente,una mezcla entre ambos casos.
Una pregunta, y usted que pretendía rescatando tontos?
Supongo que parecer menos tonto que ellos.
Menos tonto que alguien, por lo menos...
yo es que tengo asumido que soy un hijoputa con pintas. Tonto, pero hijoputaconpintas
Pero la gente con la que tu te juntabas era como que muy chunga...
Aunque el tonto se vista de hiena tonto se queda.
Mira lo que hace MichaelVaya, vaya asi que toda la vida rescatando tontos,y al final resulta que tú eres el más tonto de todos. Menudo freaky debes ser ,jeje, juntandote con otros freakys para que se te note menos...saludos
Mira lo que hace satanSi en el fondo eres un buenazo :)
El post genial, como "casi" siempre.
Puta vida
Mira lo que hace el hombre máquinayo soy una buena tipay que se jodan los que opinen lo contrario
Sí. Todos somos cojonudos. Cada uno crece creyendo que es el puto elegido de los cojones. Que es alguien especial. Yo me pido a Luke Skywalker.
En fin.
Jódete tú.
Yo soy tonto (de los grandes y reconocidos), de esos que aprenden que hay q ser hienas...
Que te voy a contar yo...
Gran blog, saludetes
"¿Gente buena de verdad hay en el mundo? Sí, claro, seguro que la hay. Creo que conozco a uno."
¿Sólo conoces a una? Pues te gano.
Yo conozco a dos (personas buenas de verdad), en mi entorno cercano. Y conocidas de pasada he conocido varias. Entre ellas un cura taoísta que promulga como forma de vivir un "Viva la Pepa" bien entendido... bueno, ese es otro cantar.
Lo de Nacho Vidal está en el aire, toca "fluír como hoja en río de la vida". Ya se verá.
Prosiguiendo con las buenas personas: luego conozco a muchas personas que son buenas pero tienen sus cosillas. Pero en el fondo son gente cojonuda.
Y luego está la gentuza, en mayor y menor grado.
Tú sabrás Somo. Aunque dudo que a estas alturas te vayas a convertir en hiena. Y espero que no.
Y esto no te lo dice ni un tonto ni una hiena, te lo dice un capullo.
A cosas como ésta son a las que me refería en mi blog en sus inicios cuando lo llamaba "el hombre máquina y la puta vida". Porque cuando estoy con un amigo y tocamos temas parecidos él siempre acababa diciendo "Puta vida". Y con toda la razón. Desde luego misteriosa es, la vida.
Aunque yo creo que algo hay detrás de este Rollo (la vida) en el que Algo/Alguien nos ha metido sin pedirnos permiso. Pensamientos como este y otros más genuínos y estrambóticos -por lo de que son poco compartidos en la sociedad- son los que a veces hacen sentirme un poco (bastante) capullo. Con sensaciones similares a las que se le pueden quedar a un tonto.
Para acabar mi sermón beatífico diré que (Osana en el cielo): "detrás de un tonto a veces se halla un Grande"
Todos novelamos nuestras putas vidas, como si fuera a ser verdad que antes de palmar fueran a pasar por delante de nuestros ojos. Nunca fuiste Peter Pan, sólo uno más de los niños perdidos.
Y hienas no, joder, me dan mucha grima las hienas. Coyotes. Hurones. Buitres cabueñeros. Lo que sea.