Bien, amigos, alguien hizo bien el jodido pentagrama y aquí estoy, invocado y atado de nuevo (de momento) a esta porquería de página inútil, dispuesto a complaceros mientras encuentro la forma de deshacer la invocación y destruir vuestras almas a guitarrazos y tener sexo anal con vuestras madres y hermanas. Últimamente todo el mundo en cuanto me pilla por el messenger no hace más que darme la barrila para que vuelva a escribir algo. Admiradoras han llenado mis cuentas de correo. Un grupo de fans japonesas vinieron desde Tokio para asaltarme en plena calle cuando salía del prostíbulo. Mi buzón rebosa de ropa interior proviniente de un convento de carmelitas (y mis sospechas eran ciertas: más de un 40% usan bóxers). Que se me hecha de menos, que internet sin mí no es lo mismo, y blah blah blah. Y la solución no es que yo escriba ago aquí (mejores escritores habrá por leer en el mundo, vive Dios), sino que ustedes se busquen empleos algo más gratificantes e interesantes. Como el mío sin ir más lejos: babear todo el día detrás de dos azafatas.
Pero una cosa os digo. Yo era mucho más feliz cuando no pensaba con la polla. Y no porque mi polla piense mal, ni mucho menos; tengo un premio Nóbel potencial entre las piernas. No, amigos, antes vivía mejor porque tenía otras metas y otros objetivos, horizontes altruistas de revolución y cambio social. Yo antes era un librepensador, un burgués revolucionario comprometido con sus principios. Pero es muy jodido comprobar que de repente un día los problemas del mundo entero no pueden llegar a compararse con tus ganas de seguir follando. Ah, cruel destino, ¿a qué fin tan diabólico pingajo ha de llevarme? Dichoso metabolismo el humano, despiadas hormonas, que me empujan a desear con lascivia hasta los coquetos bigotillos de Hello Kitty. ¿A qué tanto retraso en desarrollar una castración química fiable y temporal? ¿No ven que estoy sufriendo? Pues no. No lo ven. Y no sólo no lo ven, sino que encima ya está aquí otra vez el verano. Muérome.
El verano está bien. Es esa época del año en la que realmente te das cuenta de que tu trabajo no es exactamente lo mismo que ir al colegio. Tres meses de más aguantando al gilipollas del delegado de la clase se notan. En vez de negativos, te ponen marrones, y también puedes tener más compañeras que compañeros, que vas a seguir sin comerte un colín (y como te lo comas, va a ser peor). Eso sí, en el cole sólo estaban los que daban y los que recibían. Y las niñas, pero eran todas imbéciles y nadie sabía qué cojones hacer con ellas o para qué servían a parte de para pegarles chicles en el pelo y verlas llorar (pero bueno, luego uno crece, se hace más maduro, toma otra visión y otra perspectiva, y se da cuenta de que necesita una para que le cocine y le limpie). En el cole iba todo por grupos, y esa es la diferenia con el curro. En el curro hay grupos, PERO eso no significa nada; esos grupos están hechos así porque tienen que ser así, pero eso no supone ninguna afinidad entre los componentes de ese mismo grupo. En un mismo grupo pueden estar los que dan, los que reciben, y las azafatas gilipollas. Es fantástico. Y ahí es cuando uno tiene que hacerse su propio quién es quién.
Hace unos meses comentaba que prefería a un tonto antes que a una mala persona. Pues eso ha cambiado. Y no es que ahora me gusten las malas personas, no. Hablo en un tono muy general de lo que es la gente que habita este planeta. Tal vez sea que por fin he aprendido a moverme entre serpientes y ver el mundo como realmente (sad but true) funciona a varios niveles. En lo personal, pues me quedo con quien me hace sentir bien, maldades o tontunas al margen.
El caso es que, más bueno o más malo, lo que no puedo soportar es a un tonto. Un imbécil. Un estúpido. Me gustan las tonterías, pero no los tontos, coño (las tontas, igual, si son azafatas y están buens...). En fin, teniendo en cuenta los cuatro factores (inteligencia, estupidez, buenas y malas intenciones), voy a clasificar a la especie humana. Porque sí, porque soy la hostia, porque me molo mogollón y porque puedo.
1.- La buena persona inteligente. Escasísima minoría. Suele llevar un buen tren de movidas a rastras. Sentido del humor, del absurdo, cierto pesimismo o locura transitiva que ayude a digerir según qué gilipolleces propias del resto el universo. De todas las personas que he conocido en mi mierda de vida (que no son pocas), puedo contar a siete de este tipo, de las cuales dos ni si quiera me cayeron bien (pero yo no las maté, en serio).
2.- La mala persona inteligente. Lo que hace que funcione el mundo. No son el típico malo de película, también tienen amigos y gente querida (son necesidades humanas comunes a todos nosotros), y el hecho de que sean unos hijos de puta, no significa que no te puedan hacer pasar un buen rato, o incluso ser maravillosos contigo si les interesas (y mientras les intereses). Se ciñen a las normas, siguen una lógica, y atienden al sentido común. Se puede jugar a su juego, y siempre conjugarán su crueldad con sus ambiciones, nunca desarrollarán uno de esos dos aspectos por separado, a menos que les suponga una practicidad evidente.
3.- La buena persona tonta. Divertido. Risas. Potencialmente no tan devastador como el malo inteligente, pero sí una bomba impredecible. Hará daño sin saberlo y sin entender a motivos y consecuencias. A evitar como la puta peste. Cuanto más hagas por acercarte a alguien así, más municiones le estás dando a un mono armado con una ametralladora (y a menos que tú seas otro mono con ametralladora, las risas te van a durar bien poco...)
4.- La mala persona tonta. Poco que decir. Superpoblación de éstos. Afectados de infantilismo que revierten en amargados, frustrados y resentidos patológicos. Cabrones por vocación pero sin talento para ejercer de tales. Siempre abusarán de quien esté por debajo, o de quienes les dejen creer que lo están haciendo, y ni si quiera por necesidad (a diferencia del inteligente), sino simplemente por saber que pueden hacerlo o vanagloriarse de ello ante otros semejantes.
Buah. Soy la polla. Si es que soy listísimo, coño. Y hasta majo. Os acabo de hacer la púa inventándome una mierda de clasificación psicológica y habrá quien se la crea y todo... Bueno, bueno, son casos extremos, y en el mundo ya sabemos que no sólo existen cuatro tipos de personas, sino muchos más (sí, Porras, los negros también son personas). Bueno, si alguien se ha sentido identificado en algún grupo, he de aclarar que todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Si alguien se ha sentido identificado en al menos dos, que cambie de peluquero. Y si alguien se ha sentido identificado con los cuatro tipos, que comente.
En este edificio hay un pollo que me recuerda muchísimo a un amigo que tuve hace tiempo. Se llamaba César. Era un tío grandote, muy gilipollas y muy mimado, pero un cachondo, y yo le quería bastante. El caso es que fue el primero de la pandilla en ponerse internet en casa, y enseguida se enganchó a los chat. Dejamos de verle el pelo, porque se pasaba el día enchufado. Por aquél entonces, la conexión se pagaba como el teléfono normal y corriente, y hubo meses que a su casa llegaron facturas de treinta y cuarenta mil pesetas. El caso es que empezó a conocer gente nueva, ya que en todos los grupos, antes o después, siempre se hacían quedadas. Y de la noche la mañana, el tío había cambiado de amigos. Claro, yo, preocupado, pues le llamé un día par vernos, porque no sabía nada de él, y a ver si le apetecía hacer algo. Pero él me respondió que estaba a otro nivel, que yo era ahora un impresentable con quien no podía juntarse, él tenía nuevas actividades y nuevas metas. Su vida era demasiado buena como para que yo siguiese en ella (eh, este va a ser el lema de moda este año, yo ya me lo he puesto de mensaje de bienvenida en el móvil y todo, de tanto oírlo). El caso es que las navidades pasadas me llamó por teléfono después de tantísimos años. Y yo, gilipollas, hasta me emocioné. Su madre vive ahora con el novio en el piso donde vivían antes, su padre está tiradisimo de pasta, y se ha ido a vivir con su propia hermana, el hermano mayor (un tío al que merece la pena conocer) acabó hasta la polla de todos y se largó en cuanto pudo, y César... bueno, César se había quedado sin trabajo y sin novia y necesitaba pasta. Así que aprovechaba para felicitarme la navidad.
No negaré que sentí cierta satisfacción. Pero me dio muchísima pena. Evidentemente le di largas, y espero no volver a verle nunca, pero sí deseo que le vaya bien. No creo en los rollos kármicos, de manera que tampoco voy a sacar una moraleja de una puta coincidencia. Joder, me habría bastado con que pillase una venérea...
En fin, me encantaría seguir restregándomela contra el teclado un rato más, pero esta mañana ha habido una demostración de videoconferencia umts, y mis azafatas y yo vamos a comernos lo que ha sobrado del catering. Estas hijas de puta comen como cerdas y no engordan un gramo, coño, están que revientan de buenas. Putas bulímicas de los cojones. A ver si las convenzo para hacer la dieta del pepino...
Mira lo que hace Somófrates a las 05.12.05 17:48La dieta del cucurucho la del cucurucho
Mira lo que hace MichaelYa podías haber escrito esto hace unos meses. Me habrías ahorrado muchos problemas.
Mira lo que hace the thiefJoder, no había leído tanto desde que me leí la composición de tu crema para las hemorroides.
Es bueno leerte de nuevo.
Según esa clasificación de calidad, ¿a qué peluquero vas tu?
Mira lo que hace Favi