21. oktoober 2003

Pago diez céntimos por título.

Pues sí, hoy es uno de esos días en los que el trabajo no aprieta y la comida pide reposo. De manera que antes de luchar por manter los párpados abiertos frente a un informe que ya he leído tres veces, prefiero seguir escribiendo polleces aquí.

Resulta que esta mañana he encontrado una pequeña cajita en un cajón de mi armarito. De unos gemelos de Loewe que me regaló mi padre hace tiempo. No sé por qué, pero he salido de casa con la cajita en la mano. Cuando he llegado aquí, había un cubo de gomaespuma de a saber qué embalaje en una caja; y cosas que pasan, no he podido evitar el ponerme a jugar. A ver si era capaz de comprimir el cubo de gomaespuma hasta meterlo dentro de la cajita de los gemelos. Imposible.
Por más que intentaba apretar y apretar, con ambas manos, haciendo mil maniobras, siempre cerca del éxito, era imposible cerrar la cajita sin que la gomaespuma se desbordase intentando recuperar su volumen original. Ha sido bastante angustioso, porque meter toda esa gomaespuma en la cajita de repente se había convertido en una meta urgente para mi existencia sin la cual toda mi realidad corría el riesgo de desmoronarse; y he empezado a suplicarme a mí mismo perdón por no poder contener toda esa horrible gomaespuma.
Os juro que no sé lo que me pasa. Normalmente tengo bastante más destreza con la gomaespuma. Tal vez si hubiese visto una maldita mosca...

Una niña de cinco años le dice a otra de cuatro: "me ha salido un pelo en el coño". Y la de cuatro años le responde: "¿y no te molesta cuando follas...?"
Chistes como este son los que te hacen preguntarte una y otra vez por qué en los restaurantes chinos no te ponen pan para comer, cuando siempre puedes pedir una San Miguel y un flan de postre...
Cualquiera diría que con uno de estos chistes incluso se pueden perder amigos, pero en realidad son un ejercicio de retrospectiva existencial, copón. Hace falta ser mendrugo para no darse cuenta. Por ejemplo, la relatividad del ser y la ausencia de identidad como ente social se pueden ver claramente en el ya clásico "¿Por qué en la historia ha habido tantos pintores holandeses? -Porque han nacido en Holanda". Esto nos demuestra como el individuo medio, junto a su composición química similar a la del porcino, se empeña en pensar y discurir en dimensiones que su propio coco no puede asimilar, pasando así por alto la evidencia más básica y elemental que yace ante sus narices.
Dos presidiarios en la cárcel: -¿Y tú por qué estás aquí? -Porque no me dejan salir...
Yo es que me descojono.

¿Nunca os ha pasado que de repente un día te das cuenta de que estás haciéndo el idiota, que tú no eres así, y que no sabes cómo coños arreglarlo todo? Es que empiezo a temerme que de aquí a un par de días pueda estar en una situación parecida... Y es una sensación muuuuuuy rara.
Hace unos cuantos días dije una frase en plan "que te quieran conocer está bien, pero que te conozcan ya es la hostia". Se me olvidaban los matices, claro. Primero está que tú dejes que de verdad te conozcan. Y luego está la confianza. Y la confianza siempre ha de estar en una balanza, ya que de poco sirve que alguien confíe en tí, si luego tu no confías en ese alguien (o viceversa...)
Todo esto me ha venido a la cabeza cuando me he acordado de un chaval que habita bastante por el Generación X de Fermín Caballero, y que... en fin. Digamos que el chico tampoco es muy diestro con la gomaespuma.

Como dijo Adriwan, ser feliz es un puto coñazo. A uno siempre se le mete en la cabeza el repiqueteo del tópico "para demostrar sentido del humor hay que empezar sabiendo reírse de uno mismo". Digamos que he cometido un desliz (que ya tocaba), y no he sabido reírme esta vez. Rectifico: no he sabido verle antes la gracia al puto chiste. Pero tenerla, la tiene. Ya lo creo...
¿Quién define lo que es normal y lo que no lo es? Nadie. Nadie puede deciros "esto es normal" o "esto no es normal". Simplemente, es lo que hay, y lo que para tí es algo fuera de serie, para tu vecino puede ser el pan nuestro de cada día. Envidiar o querer algo sólo sirve para lamentarse de no tenerlo; cambiad el chip, disfrutad de lo que tenéis y de lo que vayáis consiguiendo, pero nunca jamás os veáis supeditados a querer nada ni a nadie, o acabaréis consumidos por la obsesión.
Nos pasa a todos, joder. No es nada extraordinario. No es nada especial.

Y mientras tanto, mueren no sé cuántos miles de personas en el mundo todos los días...

Me voy a mear.

Mira lo que hace Somófrates a las 10.21.03 16:16