Dicen que la virgen echó los restos por estas fechas, y de ahí que celebremos el nacimiento del puto Dios más sanguinario de la historia al márgen de la obra de Lovecraft -y, sinceramente, la idea de celebrar unas nyarlathotevidades me la pone imperial con brillo-. Pero al márgen de esto y de que el jodido San Nicolás fuese turco y no vikingo, hay algo que ha traído de cabeza a filósofos y pensadores de todas las épocas desde hace dosmil inviernos. El espíritu navideño.
¿Qué cojones es el espíritu navideño? ¿Jerseys de lana de cuello vuelto y chimeneas? ¿cosas tan abstractas que vemos en las películas yankees como el ponche de huevo y los besos bajo el muérdago? ¿Tener fé en que en la última batalla de la humanidad, entre el dólar y el mal, a las faldas del monte del destino, Mickey Mouse aniquilará al Grinch? No, hijos míos, no. Hoy, para ilustrar lo que es el espíritu de la puta navidad, Somófrates os trae un cuento navideño clásico. En una tiendecita que hay en la madrileña calle de Fermín Caballero, llamada "Generación X", el cran Chen -hijo de Chen-, reúne a los más jóvenes de la tribu por estas fechas para desvelarles la magia de estas fechas.
Era la noche de navidad. Hacía frío, y fuera nevaba. Bueno, también nevaba dentro, dado que aquella iglesia, desde hacía ya dos años, lucía las imperfecciones que el fuego de mortero suele hacer presentes en las estructuras civiles. Musulmanes croatas llevaban meses haciendo sus vidas por la zona, y, dadas las fechas, el mando español determinó que no estaría de más desplegar algunas tropas a coger frío por los cementerios y templos cristianos, no vaya a ser que a algún exaltado le diese por profanar nada.
La república de Bosnia y Hertzegovina llevaba mucho tiempo sufriendo la falta de turistas, y por eso no había muchas infraestructuras hosteleras en las que el grupo de héroes nacionales e internacionales protagonistas de esta historia pudiesen ataviarse de forma adecuada para celebrar la ostentosidad del parto de la vírgen María santísima.
En la calle todo era silencio por la noche, y la campana de aquella parroquia en Hrasnika no había sonado desde que los musulmanes se habían hecho con el territorio. Los soldados descansaban, y todo transcurría en calma y paz. Sin embargo, a Mariano Nuñez aquello le parecía inapropiado para celebrar nada, de manera que cogió su pala de zapador, que todo buen caballero legionario paracaidista ha de llevar a su espalda, y comenzó a aporrear la capana de aquella torre al desaforado grito de "¡¡CELEBRAD EL NACIMIENTO DE MI DIOS, HIJOS DE PUTAAAAAAAA!!"
Y las municiones soviéticas comenzaron a volar por todas partes hasta que salió el sol.
Fin.
Mira lo que hace Somófrates a las 12.23.04 15:17...es una historia tan enternecedora... dan ganas de hacerse una pajota con la nancy legionaria, gonito gonito :P
Mira lo que hace mOe:)Toma demagogia.
Mira lo que hace ZetAlgo más realista: niños que buscan su comida en los basureros y de paso sus regalos de navidad, pues nuestro consumismo alimenta los basurales y el espíritu de estos infelices.
Te deseo feliz Año Nuevo :)
Mira lo que hace Yelinna