Enrique Meneses
Bitácora
04/01/05, 08.31
Cuando vemos la catástrofe que se ha abatido sobre millones de seres humanos en toda la región del Índico, y habiendo tenido yo una dolorosa pérdida personal, uno se pregunta si no exageramos nuestros pequeños problemas de la vida doméstica de los españoles. Cualquier palabra de tal o cual político es analizada con la mejor o peor óptica posible según seamos partidarios o adversarios. De repente, viendo las imágenes del dolor de quienes eran pobres y han perdido todo salvo la dignidad, acuden a mi mente ideas de rebeldía. ¿Cómo podemos ser tan burros que no sabemos distinguir entre lo fútil y lo realmente importante de la existencia?
¿Cómo es posible que exista una tecnología, que permite avisar de un tsunami, con tiempo para huir hacia las montañas, y que no esté instalada en una región que acostumbra padecer esos fenómenos? Ya sabemos que ser pobre es carísimo pero para eso está la solidaridad de la especie humana. Una vez, en Uganda, ví un elefante moribundo. No podía caminar por una profunda herida en la planta de una pata. Los demás no lo abandonaron y, durante horas, con sus trompas, intentaron ponerlo en pié y que siguiese viviendo. Ahora, el ser humano, después de haberse olvidado de que se pueden disminuir los daños de estas catástrofes, ha reaccionado lo mejor posible para que más de 5 millones de personas vuelvan a ponerse en pié y sigan caminando con su miseria y su dolor a cuestas.
Una discoteca bonaerense, La República de Cromagnon, causa la muerte de 182 jóvenes y cerca de quinientos heridos, en un concierto rocquero de fin de año. ¿Recuerdan los españoles la discoteca Alcalá 20 donde murieron 82 personas en 1983? En ambos casos el aforo había sido sobrepasado por mucho. Las puertas de socorro siempre bloqueadas. En algunos casos para que los jóvenes no se cuelen en los conciertos. En Asunción (Paraguay), el 1 de agosto de 2004, el Supermercado Ikuá Bolaños sufre unas explosiones que se convierten en un pavoroso incendio. El propietario ordena a su personal de seguridad cerrar las puertas para que no le roben. Cuatrocientos muertos. Las gentes, como en Madrid o Buenos Aires, intentaron escapar pero no pudieron al encontrarse las puertas bloqueadas por avaricia pura y simple. En algunas ocasiones, las escaleras de incendios son insuficientes para la cantidad de personas que se admiten por encima del aforo permitido. Todo se reduce a dinero, dinero, dinero. Avaricia o falta de prevención y vigilancia de inspecciones eficientes.
En Estados Unidos, todos los lugares públicos tienen las puertas que se abren hacia afuera, hacia la salida. En sentido inverso no se pueden abrir. Luego no se puede entrar para colarse. Imaginemos en España un incendio en un lugar hacia el que se precipita la gente y encuentra que la puerta se abre hacia la riada de despavoridas personas que buscan salvarse. La presión de la masa impedirá que los primeros fugitivos puedan tirar de la puerta para abrirla. Si se abriese en sentido contrario, la presión favorecería la evacuación en vez de impedirla. Sencillo pero intenten ver cuando lugares en España tienen implantado ese sistema que debería ser obligatorio en todos los lugares donde se concentra gente.
¿Cuántos accidentes debidos a la pirotecnia se producen cada año? El reciente de Dinamarca es criminal. Una fábrica de petardos y fuegos artificiales en medio de una ciudad es de horca para los propietarios los encargados de gobernar la ciudad. Pues repasen la lista y verán cuantos accidentes se producen jugando con pólvora. Lo mismo que con las mareas negras de los petroleros en zonas ecológicamente privilegiadas, como Galicia. Desde tiempos de Franco hasta hoy, tres grandes catástrofes producidas por petroleros han destrozado las costas gallegas, asturianas, cántabras y vascas. ¿No es posible tener los dispositivos listos para atajar esos accidentes? ¿Es más barato no comprar los barcos succionadores necesarios que indemnizar a toda una población costera, aguardar años a que la biología marina se recupere y esperar sentados al próximo accidente sin tener un protocolo de actuación inmediata adecuado?
Pilar Manjón, la madre de un joven que murió en el atentado de Atocha, en su aparición en la Comisión del 11 M pidió a los medios que no volviesen a sacar las imágenes tremendas porque reabren las heridas de quienes perdieron seres queridos o tienen en casa personas discapacitadas desde entonces. Lloré escuchando su mensaje que dejaba por los suelos los de los políticos que llevaban meses peleándose como en un patio de colegio. Debo decir aprobé todo lo que dijo menos lo de establecer una censura sobre las tremendas imágenes. Señora, tengo medio siglo de fotoperiodista a mis espaldas y me he tragado tragedias de todo tipo. No crea que a los corresponsales de guerra nos gusta la guerra: la odiamos.
Usted ha visto que, para vender un producto, los anunciantes tienen que repetir centenares de veces su spot si quieren que llegue a un máximo de gente y, aún con eso, no alcanzan a la totalidad. Imagínese el esfuerzo que los medios tienen que hacer para que penetre en todas las cabezas que hay que erradicar la guerra, el hambre, paliar los embates de la Naturaleza, que los problemas humanos no pueden resolverse a bombazos y distribuyendo dolor. Tengo compañeros que murieron en Vietnam para que las madres de Estados Unidos viesen lo cruel e inútil que era aquella guerra que costó nada más que 58.000 soldados estadounidenses muertos. Los estudiantes de la Universidad de Berkeley, por aquellas imágenes, se echaron a la calle contra esa guerra y Washington tuvo que poner fin a la misma. Señora, no hay que pedir menos fotos crueles, hay que impactar más en la mente de las masas. Si en EE.UU. los medios no se hubiesen estado autocensurando, en este momento, no sabríamos de las torturas de Abu Ghraib o de que sus hijos e hijas están muriendo por un puñado de mentiras lanzadas por los comerciantes de la muerte que se enriquecen con todas las guerras. Por favor, pida que no olvide nadie a su hijo. Ni usted, que ya se que nunca lo olvidará, ni quienes han cometido el atentado de Atocha, el de las Torres Gemelas o el de Bali. Este año 2004 han muerto 117 reporteros, 42 de ellos en Irak. En proporción al número de enviados especiales, es la profesión más peligrosa, mucho más que la de soldado en el frente de Irak. 1.300 americanos con un contingente de 130.000 soldados. Un uno por ciento. Y es así todos los años para nuestra profesión. En 1994, cayeron 157. Por favor, no pida que su trabajo sea escamoteado cuando lo han pagado con semejante precio. Gracias a ellos, todo el mundo está prohibiendo las minas personales y se desmovilizan los niños soldados.
Quiero terminar esta Bitácora pidiendo perdón a un animal noble, paciente, amigo del hombre, al que siempre hemos menospreciado utilizándolo como símbolo de estupidez: el Burro.
Otra de las virtudes del ser humano es ser consciente de lo cabrón que es y seguir siendolo tranquilamente.
Buenas intenciones y a Dios rogando y con el mazo dando.
Somos asi y nadie, ni siquiera una ola demasiado grande nos hará cambiar. Cada vez hablaremos menos del asunto hasta que lo olvidemos. Ellos seguiran muriendose de hambre, sin casa ni familia ni nada y nosotros nos compraremos la Play Station 3, que es muy chuli, hasta el proximo desastre, que llenaremos los blogs de "pobrecitos", de "cagüenlaputa, si hay medios para evitarlo" y de más palabreria barata (que hablar, de tan barato, sale gratis) hasta que lo olvidemos de nuevo.
C´est la vie...
Soy estudiante de Comunicación Audiovisual y estoy haciendo un trabajo sobre periodistas españoles en la guerra de Vietnam. ¿Podría ayudarme? ¿Estuvo usted allí? Estoy desesperada, pues no hay casi material sobre el tema. Gracias.
Mira lo que hace Invisigoth