15. juuli 2004

Pondría un título, pero me voy a tomar café.

Tengo un amigo, al que voy a llamar O. Siempre le he admirado mucho, tanto por su forma de ser, como por su forma de pensar. Es una de esas pocas personas con las que no me cuesta estar a gusto, y que saca con facilidad a mi verdadero yo. Cuando estoy con él no me cuesta animarme, me vengo arriba, y las horas se nos pasan volando. Un tipo muy positivo, vaya.
A veces se enciende un cigarrillo, se repantinga en su silla, la gira hacia mí, y se me queda mirando mientras trabajo. Cuando me doy cuenta y le pongo la cara de "¿qué pasa?", él siempre me suelta una perla de sabiduría muy sonriente. "Chiquitín, eres un triste", me dijo ayer con tono de guasa. "Tu espíritu no está completo, tienes los chacras desalineados, y la bragueta abierta". Después hizo un gesto gilipollas con la mano en plan Buda Feliz, puso cara de Neo y meneó la palma de la mano invitándome a un reto épico a golpes de kung-fú.
Entonces alguien le llamó por teléfono y le dijo que a su viejo le habían detectado un cáncer de páncreas, y que le quedaban tres meses de vida.

No voy a hablar de lo malo malísimo que es el cáncer, ni a compadecerme del padre de O, al cual ni si quiera conozco, y, al fin y al cabo, todos tenemos que morirnos algún día. De lo que me apetece escribir hoy es de morirse.

Morirse, a parte de ser algo bastante vulgar, es muy poco práctico. Sobre todo en nustra cultura. En el colegio pueden enseñarte diez millones de gilipolleces y datos supérfluos que olvidarás en pocos meses, pero a nadie le enseñan a morir, o a cómo afrontar la muerte, algo tan natural e inevitable como comer o follar (bueno, tal vez follar pueda resultar más dificil, e incluso más improbable que morirse en ocasiones).

Sí, seguro que es mejor pensar en cosas más agradables. Pero no por eso tenemos que dejar de hacer la declaración de la renta, o desatender nuestras responsabilidades. Cada cosa requiere un tiempo de reflexión, y no siempre uno se puede permitir el lujo de dejarlo para mañana. En la India, a la gente se le enseña desde pequeñitos lo que significa el final de una vida. La muerte es inevitable, y en último término sus consecuencias son siempre las mismas, pero no así la vida que vivimos antes. Por eso sus funerales son una celebración; que no celebra la muerte del difunto, sino su vida, su historia, lo que ha hecho o ha dejado de hacer, y lo que los demás podemos aprender de ése libro que ha terminado de escribir su última línea. Su punto y final.

Todo esto, por supuesto, son palabras y al final cada uno ha de llevar su cruz como buenamente sepa, pueda, o le dejen. De lo que yo realmente tengo miedo es que la inevitable muerte del padre de O (tan inevitable como la mía o la vuestra) consiga que O se quede tan empanado como yo.

Cuando murió mi madre, lo cierto es que yo sentí alivio. Alivio por ella, alivio por mí y alivio por mi familia, ya que la historia se estaba alrgando ya demasiado. Demasiada lucha, demasiado café, demasiado tabaco y demasiado de todo. Cualquier cosa menos melodrama, claro. Antes de que mi vieja tuviese que empezar a tomar sedantes, me pegó un par de sustos. Por lo que sé, un cáncer duele. Pero mi madre me tranquilizaba diciéndome cosas como "no te preocupes, si parirte a tí fué peor, cachocabezón".

Cuando por fin murió, yo me quedé bastante tranquilo. Pese a ser jóven, siempre ha estado rodeada de gente que la quería mucho, y ha vivido muy bien, y siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. En aquel momento yo sólo pensaba en que por fin había terminado todo. Sin embargo, en el tanatorio, todo era gente lacrimógena. Gente que yo no recuerdo haber visto por casa en los cuatro años precedentes. Ni si quiera haber hablado con ellos por teléfono. Pero bueno, no hay mal que por bien no venga. Recuerdo a cierta persona que hacía muuuuuco tiempo que no veía, que se me acercó y me dijo "Lo siento. Si hay cualquier cosa que necesites y pueda hacer por tí, dímelo". Supongo que es la frase estándar en un funeral. En cualquier caso, aproveché para decirle que me devolviese de una puta vez las cintas de porno que le presté hace años. Y aún estoy esperándolas. No sé, creo que la gente casi desaprobaba la actitud de mi hermano y mía. ¿Que querían? ¿Que llorásemos después de cuatro años? ¡A la mierda! Tenemos toda la puta vida para llorar y acordarnos de ella, ¿a qué tanta prisa? ¿acaso habían pagado entrada para ver un circo, o qué? Mi vieja ha muerto en mis brazos (literalmente) hace siete horas, dejadme ponerme como me dé la real gana. Como si me visto de sevillana y toco las castañuelas. Vamos, digo yo.

No pareces muy afectado. Ésa fué la frase de moda las semanas siguientes. Coño, si quieres me tiro en esa esquina en posición fetal y con la mirada perdida me chupo un pulgar. Claro que no estoy afectado. Ha pasado lo que tenía que pasar. Que mis mayores empiezan a fallecer. Es el curso natural de las cosas, y el mundo no se para por nadie. Jamás nadie será capaz de querer tanto a nadie como yo he querido a mi madre, pero con 24 años no iba a meter mi vida en el congelador.

Lo malo viene con el tiempo. Cuando un día te das cuenta que el ordenador portátil en el que solía escribir está empezando a coger polvo. Cuando abres una caja de ropa vieja y te encuentras con la suya y con su olor. Cuando ahora eres el primero en llegar a la cocina por las mañanas. Ya no te despiertas con el ruido de la cafetera, no bajas para encontrar la tímida luz de una mañana de Mayo entrar por la persiana subida mientras ella se toma un café y vé el telediario con ésa bata puesta. Ahora no hay ruido. La cocina está fría y a oscuras, nadie ha levantado la persiana, ni ha puesto la tele, ni hay café, ni te recibe con un beso de buenos días. Ya ni si quiera hay un perro en el jardín. De hecho, el jardín es pasto de los hierbajos. Todo es más oscuro. Más silencioso. Vives en un universo paralelo donde tu padre llega a casa con la ropa de ayer a la hora a la que tú te marchas a trabajar. Y tú te conviertes en el puto Rain Man.
Te vuelves un triste. Tu espíritu deja de estar completo. Se te desalinean los chacras. Y hasta se te baja la bragueta.

Suerte, O.

Mira lo que hace Somófrates a las 07.15.04 15:32



Cosonísimas:

Me ha ahorrado tener que escribir sobre este tema en el futuro. No se puede decir más.
Sencillamente perfecto, Don Somo.

Mira lo que hace P.

Yo también opino lo mismo, tú lo dices todo, no te ha faltado detalle, es uno de lo smejores post que he leido;)

Mira lo que hace Lucía

Me gustaría decirte que es perfecto, pero sé que no te importa un carajo lo que piense. Pero me parece demasiado serio para hacer ninguna broma al respecto. Lo he leido, con eso basta. Bien expresado, estoy de acuerdo.

Mira lo que hace Anakinet

La muerte, en nuestra cultura (en todas, pero en la nuestra más) es increíblemente práctica. La religión, tanto en su modalidad conceptual como insitucional, se nutre del miedo a la misma para desplegarse sobre la gente y hacer lo que les da la gana en cualquier aspecto.

Y claro que nos enseñan a morir. O más bien, nos enseñan a saber que hay una muerte, y que es muy muy muy importante que sepamos que vamos a morir. Pero no nos enseñan eso porque quieran que aceptemos que es un hecho lógico, natural y completamente aséptico en cuanto a moralidad o justicia, no. Nos enseñan a que si hacemos lo que ellos dicen, lo que haya después de la muerte será cojonudo.

Las creencias "místicas" o espirituales se basan todas en la muerte y su significado. Desde Platón hasta el Tao, pasando por Jesucristo y Nietzsche.

¿Por qué se nos anima a seguir a Dios? ¿Por qué todos quieren ser modelos, actores, famosos, ricos, artistas, intelectuales? ¿Por qué todos quieren darle significado a su vida?

Porque la muerte está ahí, y todos quieren tenerlo todo a punto para cuando llegue.

O sea que sí, la muerte es muy práctica para nuestra cultura. Al menos, para los que dominan a nuestra cultura.

El mundo se nutre de la muerte, y la muerte del mundo.

Y en vez de basar la vida en nosotros mismos, la basamos en el miedo a morir.

Perdona la paja mental, no tiene nada que ver con tu post.

Mira lo que hace Adrian

Sabía que valía la pena leer 40 posts de mierda para encontrar por fin otro ruiseñor azul. Gracias.

Mira lo que hace Harlem

¿Sólo cuarenta? Dame crack y llámame puta...

Tanta solemnidad me dá acidez.

Mira lo que hace Somófrates

Ni pa Dios, sOmO...la vida sigue y la vida es, no podemos dejar que nos la vivan, ni que nos digan como vivirla y menos a golpe de prejuicio y frase hecha...El espiritu te cruje y los huesos se te quiebran pero no deja de ser lo que te queda para seguir respirando...con un par...

Mira lo que hace mOe:)

Podrias darle este texto al que te dijo que "no estas muy afectado", a ver que le parece.

Por cierto:
"¿Por qué todos quieren ser modelos, actores, famosos, ricos, artistas, intelectuales? ¿Por qué todos quieren darle significado a su vida?

Porque la muerte está ahí, y todos quieren tenerlo todo a punto para cuando llegue."

Pues yo no lo pillo...

Mira lo que hace Arnauh

Sexo.
No tiene nada que ver con la muerte.

Mira lo que hace Somófrates

Inpagable.
Me ha encantado.

Mira lo que hace ChiroPteran

Oye Somo, por si te sirve de algo te diré que yo sin conocerte de nada y apenas habiendo leído 7 u 8 posts tuyos pienso que eres un crack, UN GRANDE.
No hace falta derramar lágrimas en un entierro para querer a alguien.

Más importante es estar ahí con esa persona cuando te necesita que aparecer en el (a veces) "último gran espectáculo de la vida" y soltar cuatro lágrimas de cocodrilo, me refiero a HACER EL PARIPÉ como hace mucha gente, y sólo porque están obligados socialmente, que sino ni vendrían...

Que se vayan a cagar por favor. Todos estaremos más contentos: su organismo y nosotros.

Como bien sabes, la vida es un puto ciclo.

2 links míos que en mi opinión lo demuestran:

http://hombremaquina.zonalibre.org/archives/019617.html

http://bella.lunarpages.com/~unsiti2/visiones/ciclo.htm (este va con música y es una locura mía que en su momento me arrepentí de publicar, luego no, ahora parece que sí etc etc pero que de momento está ahí.

Que lo lleves lo mejor posible

Mira lo que hace el hombre máquina