Bueno, al fin llegan mis dos semanitas de vacaciones. Veremos si consigo postear algún día, que ya sabéis que si no es perdiendo el tiempo en la oficina, yo esto lo toco más bien poco.
Le he vuelto a coger el vicio a lo de fumar, aunque al menos sólo por los cigarros puros. De momento, no me importa mucho. Ya veremos cuando vuelva a resoplar al subir las escaleras del metro.
En estas dos semanas, tengo planteadas unas cuantas opciones, aunque al final estas cosas siempre se me quedan en el aire, y yo termino apalancado sin poder apartar la mirada del techo del salón día tras día. Sin embargo, creo que esta vez algo de lo que me propongo puede salir. Esta vez va a ser distinto. Hace poco más de dos meses me dí cuenta de que hay cosas que para hacerlas es mejor no pensarselo demasiado, porque si lo piensas, acabas por no hacer nada. Y las cosas hay que intentarlas, hay que probarlas, hay que gastar hasta la última bala. El castañazo te lo pegas igual, pero os aseguro que las heridas duelen menos, y luego puedes lucir las cicatrices con orgullo, porque le echaste dos cojones. Ponerse el cinturón de seguridad, soltar el volante y cerrar los ojos de vez en cuando es de lo que se conforman la sal y la pimienta de la vida.
Vuelvo a ser demasiaod críptico (el blog es mío y me lo follo cuando quiero), y aunque las cosas no se pueden -o no se deberían- guardar, tampoco vamos a convertir esto en un circo y cometer una indiscrección. Cada cosa en su momento y en su lugar, digo yo. En cualquier caso, esta reflexión creo que se puede aplicar a muchas otras situaciones. A mí, por ejemplo, las montañas rusas me daban un miedo atroz, pero en cuanto cometí la locura de subirme a una, descubrí que me encantan. Recuerdo que cuando aquello se puso en marcha y yo tenía aquel arnés por encima no paraba de preguntarme por qué cojones me había subido allí. Poco a poco aquello iba subiendo, y subiendo y subiendo; el corazón te late, te pones eufórico, estás cagado de miedo, y lo peor de todo es saber que ya no hay vuelta atrás, que la bajada es inminente, y que de eso ya no te salva ni tu tía. En los cuarenta segundos que tardas en hacer el viaje las cosas han cambiado como la noche y el día. Después es cuando puedes decir que no vas a volver a subirte en un trasto de esos nunca más en tu puta vida, o, como yo, descubrir que no sólo eres capaz de segregar adrenalina, sino que además te ha gustado, y cada vez que oyes algo sobre bajadas, subidas, cobra rolls y loops a ciendo diez kilómetros por hora, mojas las bragas.
Vivimos en un mundo de mierda, donde es muy fácil olvidar que sólo necesitamos estar a gusto con nosotros mismos. Olvidamos que lo realmente importante es cultivar la mente, mientras languidecemos frente al espejo, o la televisión, o las revistas, o lo que sea con lo que nos bombardeen en cada momento. Por eso, cuando tu conciencia no está tranquila, cuando algo te reconcome por dentro, cuando la rutina te aplasta, hay que cortar esquejes. Replantar lo mejor de tí mismo en una maceta nueva, y cultivar nuevos brotes. ¿Cómo? Bueno, eso es algo que cada uno debe encontrar por su cuenta, y al fin y al cabo, tampoco pretendo convertir esto en un puto libro de autoayuda.
Puede que sea porque por fin tengo una idea clara en la cabeza. Puede ser por el pincho de tortilla y el trinaranjus que me acabo de comer. Puede que sean gases. Pero por primera vez en mucho tiempo, creo que tengo ilusión por algo.
PD: Para gente con gran empatía y capacidad de leer entre líneas: no, no me he vuelto gay. Hijos de puta.
PDD: Ya no sé ni qué escribir para hacer tiempo en la oficina...
Tengo un amigo, al que voy a llamar O. Siempre le he admirado mucho, tanto por su forma de ser, como por su forma de pensar. Es una de esas pocas personas con las que no me cuesta estar a gusto, y que saca con facilidad a mi verdadero yo. Cuando estoy con él no me cuesta animarme, me vengo arriba, y las horas se nos pasan volando. Un tipo muy positivo, vaya.
A veces se enciende un cigarrillo, se repantinga en su silla, la gira hacia mí, y se me queda mirando mientras trabajo. Cuando me doy cuenta y le pongo la cara de "¿qué pasa?", él siempre me suelta una perla de sabiduría muy sonriente. "Chiquitín, eres un triste", me dijo ayer con tono de guasa. "Tu espíritu no está completo, tienes los chacras desalineados, y la bragueta abierta". Después hizo un gesto gilipollas con la mano en plan Buda Feliz, puso cara de Neo y meneó la palma de la mano invitándome a un reto épico a golpes de kung-fú.
Entonces alguien le llamó por teléfono y le dijo que a su viejo le habían detectado un cáncer de páncreas, y que le quedaban tres meses de vida.
No voy a hablar de lo malo malísimo que es el cáncer, ni a compadecerme del padre de O, al cual ni si quiera conozco, y, al fin y al cabo, todos tenemos que morirnos algún día. De lo que me apetece escribir hoy es de morirse.
Morirse, a parte de ser algo bastante vulgar, es muy poco práctico. Sobre todo en nustra cultura. En el colegio pueden enseñarte diez millones de gilipolleces y datos supérfluos que olvidarás en pocos meses, pero a nadie le enseñan a morir, o a cómo afrontar la muerte, algo tan natural e inevitable como comer o follar (bueno, tal vez follar pueda resultar más dificil, e incluso más improbable que morirse en ocasiones).
Sí, seguro que es mejor pensar en cosas más agradables. Pero no por eso tenemos que dejar de hacer la declaración de la renta, o desatender nuestras responsabilidades. Cada cosa requiere un tiempo de reflexión, y no siempre uno se puede permitir el lujo de dejarlo para mañana. En la India, a la gente se le enseña desde pequeñitos lo que significa el final de una vida. La muerte es inevitable, y en último término sus consecuencias son siempre las mismas, pero no así la vida que vivimos antes. Por eso sus funerales son una celebración; que no celebra la muerte del difunto, sino su vida, su historia, lo que ha hecho o ha dejado de hacer, y lo que los demás podemos aprender de ése libro que ha terminado de escribir su última línea. Su punto y final.
Todo esto, por supuesto, son palabras y al final cada uno ha de llevar su cruz como buenamente sepa, pueda, o le dejen. De lo que yo realmente tengo miedo es que la inevitable muerte del padre de O (tan inevitable como la mía o la vuestra) consiga que O se quede tan empanado como yo.
Cuando murió mi madre, lo cierto es que yo sentí alivio. Alivio por ella, alivio por mí y alivio por mi familia, ya que la historia se estaba alrgando ya demasiado. Demasiada lucha, demasiado café, demasiado tabaco y demasiado de todo. Cualquier cosa menos melodrama, claro. Antes de que mi vieja tuviese que empezar a tomar sedantes, me pegó un par de sustos. Por lo que sé, un cáncer duele. Pero mi madre me tranquilizaba diciéndome cosas como "no te preocupes, si parirte a tí fué peor, cachocabezón".
Cuando por fin murió, yo me quedé bastante tranquilo. Pese a ser jóven, siempre ha estado rodeada de gente que la quería mucho, y ha vivido muy bien, y siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. En aquel momento yo sólo pensaba en que por fin había terminado todo. Sin embargo, en el tanatorio, todo era gente lacrimógena. Gente que yo no recuerdo haber visto por casa en los cuatro años precedentes. Ni si quiera haber hablado con ellos por teléfono. Pero bueno, no hay mal que por bien no venga. Recuerdo a cierta persona que hacía muuuuuco tiempo que no veía, que se me acercó y me dijo "Lo siento. Si hay cualquier cosa que necesites y pueda hacer por tí, dímelo". Supongo que es la frase estándar en un funeral. En cualquier caso, aproveché para decirle que me devolviese de una puta vez las cintas de porno que le presté hace años. Y aún estoy esperándolas. No sé, creo que la gente casi desaprobaba la actitud de mi hermano y mía. ¿Que querían? ¿Que llorásemos después de cuatro años? ¡A la mierda! Tenemos toda la puta vida para llorar y acordarnos de ella, ¿a qué tanta prisa? ¿acaso habían pagado entrada para ver un circo, o qué? Mi vieja ha muerto en mis brazos (literalmente) hace siete horas, dejadme ponerme como me dé la real gana. Como si me visto de sevillana y toco las castañuelas. Vamos, digo yo.
No pareces muy afectado. Ésa fué la frase de moda las semanas siguientes. Coño, si quieres me tiro en esa esquina en posición fetal y con la mirada perdida me chupo un pulgar. Claro que no estoy afectado. Ha pasado lo que tenía que pasar. Que mis mayores empiezan a fallecer. Es el curso natural de las cosas, y el mundo no se para por nadie. Jamás nadie será capaz de querer tanto a nadie como yo he querido a mi madre, pero con 24 años no iba a meter mi vida en el congelador.
Lo malo viene con el tiempo. Cuando un día te das cuenta que el ordenador portátil en el que solía escribir está empezando a coger polvo. Cuando abres una caja de ropa vieja y te encuentras con la suya y con su olor. Cuando ahora eres el primero en llegar a la cocina por las mañanas. Ya no te despiertas con el ruido de la cafetera, no bajas para encontrar la tímida luz de una mañana de Mayo entrar por la persiana subida mientras ella se toma un café y vé el telediario con ésa bata puesta. Ahora no hay ruido. La cocina está fría y a oscuras, nadie ha levantado la persiana, ni ha puesto la tele, ni hay café, ni te recibe con un beso de buenos días. Ya ni si quiera hay un perro en el jardín. De hecho, el jardín es pasto de los hierbajos. Todo es más oscuro. Más silencioso. Vives en un universo paralelo donde tu padre llega a casa con la ropa de ayer a la hora a la que tú te marchas a trabajar. Y tú te conviertes en el puto Rain Man.
Te vuelves un triste. Tu espíritu deja de estar completo. Se te desalinean los chacras. Y hasta se te baja la bragueta.
Suerte, O.
Soy consciente de que acarreo numerosos problemas, podría decirse que congénitos, desde caprichos genéticos a malos hábitos, y en su conjunto se crea un todo que me imposibilita (o dificulta en las mayores de sus partes) el satisfacer una de las necesidades más básicas y rastreras de la naturaleza. Afortunadamente, y gracias a ese superior intelecto que nos permitió imponernos al resto de las especies a lo largo y ancho de la superficie terráquea -e incluso vasca-, la ciencia en su infinito afán por buscar el bienestar del individuo, nos ha bendecido con los favores de la escopolamina y los aturdidores eléctricos de cincomil voltios.
Aún con todo y con éso (y con que tanto la escopolamina como los aturdidores eléctricos de cincomil voltios no son de uso bien avenido a plena luz del día), he de dar gracias por poder decir, verano tras verano, que no soy ciego.
Este dato, junto con el hecho de que a mí el calor me sienta fatal, conforman una alteración en mi estado de idiotez estándar/subestándar (también conocida como idiotez subyacente, o gilipollez en estado de reposo). Esto provoca comportamientos y situaciones que en un principio podían alterar mi vida cotidiana, pero que con los años, tanto mi familia como mis vecinos han sabido comprender y aprender a convivir con ello de una forma absolutamente natural. Ya nadie se extraña si al volver una tarde de la calle, se me vé deambulando durante dos días seguidos con gesto zombie por el descansillo en pelotas, con la chorra en una mano y un paquete de frostie's de kellog's en la otra. Es comprensible. Es verano.
(Y los gilipollas de los franceses prohibiendo el tanga en los institutos... Pringaos...)
Some Super-Guy: Can I join your team?
Captain Gatling: Private party, sorry.
Some Super-Guy: I´m level 20.
Captain Gatling: Great. Go tell Mary Jane.
Some Super-Guy: C'mon, why can´t I join your team?
Captain Gatling: I dont like your name.
Some Super-Guy: Well, I dont like yours.
Captain Gatling: Mine doesn´t sound Super-Gay.
Some Super-Guy: You are harrassing me.
Captain Gatling: It´s not harrassing. I´m roleplaying.
Some Super-Guy: How?
Captain Gatling: I´m playing an hetero-fascist motherfucker.
Some Super-Guy: That´s odd.
Captain Gatling: No, it isn´t. Your name is.
[5 minutos de silencio en la ventana del chat]
Some Super-Guy: Hey, I have some cool ice-blasting superpowers you guys can use. Let me join.
Captain Gatling: You again? Ok, it´s not about your Super-Gay name shit.
Some Super-Guy: So?
Captain Gatling: Your name is Super-Gay, but your looks are just Mega-Gay.
Some Super-Guy: I will report you for harrassing me.
Captain Gatling: So I will report you for wearing those frightening tight pants.
Some Super-Guy: Fuck you.
Captain Gatling: Hey, take it easy. It´s not bad to be gay. It´s just that no cock-eating guy will fit well in our super-group.
Some Super-Guy: You are now in my ignore list.
Captain Gatling: At least! Go find some Midnighter to play with, oh queeen of the spandex...
El otro día Porris me secuestró en su casa (el muy perro me sedujo con un plato de spaghetti) durante toda la tarde. A las pocas horas desistí de gritar, dado que los vecinos debían de estar sordos, y en el espacio (en ESE espacio) nadie podía oir mis gritos. A cambio, Porris aflojó los nudos de mis muñecas, me quitó las pinzas de la ropa de los pezones, y me enseñó las tiras de Penny Arcade. En el momento no me hicieron mucha gracia, pero llevo un par de días revisando los archivos, y reconozco que algunas están muy bien. Los jugones cogeréis aproximadamente un 60% más de chistes que los símplemente imbéciles que llenan sus horas de anodina parsimonia con la televisión.
Lo que más me ha gustado es todo lo relativo al "Fruit-fucker-2000":
Siempre es preciso saber cuando se acaba una etapa de la vida.
Si insistes en permanecer en ella, más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto.
Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos.
Como quiera llamarlo, lo importante es poder cerrarlos, dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó con su trabajo? ¿Se acabó la relación? ¿Ya no vive más en esa casa? ¿Debe irse de viaje? ¿La amistad se acabó?. Puede pasarse mucho tiempo de su presente "revolcándose" en los porqués, en rebobinar el casette y tratar de entender por que sucedió tal o cual hecho.
El desgaste va a ser infinito porque en la vida, usted, yo, su amigo, sus hijos, sus hermanas, todos y todas estamos abocados a ir cerrando capítulos, a pasar la hoja, a terminar con etapas o con momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió y hay que soltar, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiera estar vinculado a nosotros. No ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!. Por eso a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, vender o regalar libros.
Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que pasar la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente. El pasado ya pasó.
No esperen que le devuelvan, no espera que le reconozcan, no espere que alguna vez se den cuenta de quién es usted. Suelte el resentimiento, el prender "su televisor personal" para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarlo mentalmente, envenenarlo, amargarlo.
La vida está para adelante, nunca para atrás, Porque si usted anda por la vida dejando "puertas abiertas", por si acaso, nunca podrá desprenderse ni vivir lo de hoy con satisfacción.
Noviazgos o amistades que no clausuran, posibilidades de "regresar" (a que?), necesidad de aclaraciones, palabras que no se dijeron, silencios que lo invadieron... ¡Si puede enfrentarlos ya y ahora, hágalo!
Si no, déjelo ir, cierre capítulos. Dígase a usted mismo que no, que no vuelve.
Pero no por orgullo ni soberbia, sino porque usted ya no encaja allí, en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en ese escritorio, en ese oficio. Usted ya no es el mismo que se fue, hace dos días, hace tres meses, hace un año, por lo tanto, no hay nada a qué volver.
Cierre la puerta, pase la hoja, cierre el círculo. Ni usted será el mismo, ni el entorno al que regresa será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático.
Es salud mental, amor por usted mismo, desprender lo que ya no está en su vida. Recuerde que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo, nada es vital para vivir porque cuando usted vino a este mundo "llegó" sin ese adhesivo, por lo tanto es "costumbre" vivir pegado a él y es un trabajo personal aprender a vivir.
Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente, se puede lograr porque, le repito, nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero.... cierre, clausure, limpie, tire, oxigene, despréndase, sacuda, suelte. Hay tantas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escoja, le ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad.
¡Esa es la vida!
-Paulo Coelho.
PD: Gracias al Hombre Máquina y su Buena Gente.
Ramón, de 18 años, y Ana María, de 15, cumplieron una vieja tradición gitana. Cuando una de las familias se opone al noviazgo o a la boda, el novio rapta a la novia, se van a vivir unos días fuera, a una pensión o a un parque, y cuando regresan hay que reconocer el matrimonio. En esta ocasión la tradición no tuvo un final feliz, sino que acabó de forma trágica. Ramón M.M. reconoció haber matado a su pareja por celos en Barriomar de Murcia. Durante tres días, la golpeó brutalmente cuando esta le contó que había mantenido relaciones con otros hombres.
Cuenta Juan Redondo en El Mundo que a las dos de la madrugada de ayer, el 091 recibía una llamada de un vecino informando de que un joven le había asegurado que había matado a su novia y que quería hablar con la policía y con su madre.
Cuando los agentes de las Fuerzas de Seguridad llegaron al lugar, se encontraron a la chica tendida boca arriba en el suelo de la cocina «con señales de haber sido brutalmente golpeada», según informaron fuentes policiales.
Ana María era ya cadáver y «estaba vestida de cintura para arriba y con el pantalón bajado, aunque se descarta el forzamiento sexual.Presentaba múltiples golpes y hematomas, el peor de ellos en la cabeza, que le fue propinado con una barra de hierro y un bote de conservas».
Las agresiones, según estas mismas fuentes, empezaron la noche del jueves a causa de los celos. Cuando los novios llegaron de madrugada tras una visita con unos amigos, Ana María confesó a Ramón que ya había estado antes con otros hombres.
Cadena de bicicleta
La duda de que su novia, con la que llevaba saliendo tan sólo un mes, no fuera virgen antes de empezar sus relaciones desató «los celos y la ira del sospechoso, que agredió a la menor con una cadena de goma, causándole lesiones por todo el cuerpo», según manifestó un portavoz policial.
Pero el trágico suceso no terminó ahí. A la mañana siguiente, el sospechoso se fue de casa durante todo el día, dejando a la joven encerrada. A su regreso a la vivienda -una casa de planta baja situada en el barrio de Barriomar y en estado de semiabandono, propiedad de los padres del agresor-, Ramón volvió a las andadas y se ensañó con Ana María, dándole patadas, puñetazos y mordiscos.
Durante el largo fin de semana, la joven gitana continuó encerrada, ya que cada vez que el agresor se iba de la vivienda se llevaba las llaves. Los ataques se repitieron la madrugada siguiente, tras volver a estar retenida la joven durante todo el día, cautiverio que se repitió a lo largo del domingo. «Una vez llegó el detenido de madrugada, de nuevo fue a por la víctima, a la que agredió fuertemente con una vara metálica e incluso golpeó en la cabeza con un bote de conservas. Esta agresión, junto con las otras sufridas días atrás, causaron la muerte de la adolescente», afirmó el portavoz de la Policía Nacional, Francisco Blas.
Según las investigaciones policiales y la declaración del detenido, Ramón y Ana María convivían desde hacía un mes en contra de la voluntad de los padres de ella, por lo que deambularon por pensiones y jardines de la ciudad, hasta que hace una semana el joven cogió las llaves de una casa de sus progenitores en Barriomar en la que entraron a convivir «con cierta normalidad».
Todavía falta por determinar la relación de la madre del detenido con la muerte de la joven, ya que algunas informaciones apuntan a que se encontraba en la zona, aunque se desconoce si estaba en la casa cuando se cometió el crimen, si acababa de llegar o si se había ido antes.
Diversas fuentes consultadas coinciden en considerar este crimen como un homicidio por celos, aunque los agravantes de cautiverio y ensañamiento podrían acabar convirtiéndolo en un asesinato.El detenido pasará hoy a disposición del juzgado de guardia de Murcia.
Cuando estoy perro, o poco inspirado, y me aburro, cuelgo gilipolleces como capturas de pantalla del último juego con el que pierdo el tiempo, o copio letras de canciones, o noticias del día, o lo que sea, con la esperanza de que algún que otro comentario me alegre el minuto.
Luego resulta que cuando escribo algo con más o menos ganas, como el que le dedico a mi antiguo profesor de lengua, me temo que soy demasiado íntimo como para suscitar comentarios (tampoco es de extrañar, el texto tiene poco de dónde rascar). Supongo que debería perforarme el pene y colgar alguna foto, o dármelas de consumado comunicador de pagerank6. En caso extremo, si tuviese novia, podría colgar destapes suyos (aunque, eso sí, con ropa de H&M).
No, supongo que no. Yo soy una persona aburrida y anodina, que tiendo a apalancarme en cuanto alguien me dá pié, y cuyos momentos más álgidos tan sólo se corresponden con mis arrebatos de injustificada mala leche (me consta que hay quien la envidia, y a quiénes un carácter voluble les parece interesante, pese a que venga tipificado en algún que otro libro de texto de psicología).
...Pero hablemos de mí (badabadum-chssss). Desde hace aproximadamente tres años entré en modo "cámara-bala", y desde entonces dejé de ser ateo. O sea, sigo siéndolo, pero me refiero a que cambié los ideales y los principios por la mera falta de ganas. Vamos, que no creo en Dios porque no me apetece. Y así con todo.
Después de ducharme me da por masturbarme. Eran divertidos los duelos de rimas que echábamos cuando hacíamos pellas en el instituto, refugiados en la calle Triana, bebiendo cervezas a la sombra de algún seto. Dios, no parabamos de hacer el payaso. En toda mi vida he dejado de hacer el payaso. Hasta hace tres años. Dejé de hacer el payaso y ahora ya no hago nada. Y que nadie me diga que tiene que ver con que me hago mayor, porque esto no tiene nada que ver con la madurez o con la edad. Al menos, no hasta que por algún milagro no empiece a asemejarme físicamente a Allan Rickman.
Y pese a que todo esto pueda sonar un poco a lamento, no pasa de ser melancolía relativa, porque en el fondo me gustar ser así. Y creo que me gusta ser así porque en el fondo sigo siendo el mismo payaso, aunque ahora sólo actúo para mí. ¿Las razones? Eso es otra cosa.
Tal vez se me juntasen un par de críticas negativas, y decidiese que iba siendo hora de que el payaso se retirase. Tal vez en algunos aspectos de mi vida y mi desarrollo como persona, ése payaso no terminase de encajar. Y pese a que nunca me ha dado vergüenza hacer según qué cosas, últimamente aflora un compatible y paralelo pensamiento de "preferiría no hacerlo". Tal vez fué porque payaseé incluso en el momento en el que murió mi madre. Nada de manos a la cabeza (que os veo), es precisamente lo que tenía que hacer; mi madre se partía el culo de risa conmigo. Aunque el contrapunto pueda ser que tras eso, tan sólo me dan accesos de risa descontrolada en desgracias del calibre del 11-S y similares. Quien no haya visto aquellas imágenes en las que un tipo en llamas saltaba al vacío sin poder ahogar un "JOJOJOJOJOMIRAÉSE", siéntase libre de vacíar una lata de gasolina sobre su propia persona y prenderse fuego antes de reprocharme nada. A menos, claro está, que el tipo en llamas que saltaba en la tele fuese un conocido...
Y es que mi sentido del humor me permite cantar la cancioncita de los conguitos cuando a la hora de comer por la tele ponen esos anuncios pidiendo fondos para los niños desnutridos de vete tú a saber dónde, o los afectados de lepra (con estos canto la de la nocilla), o hacer el chiste del cepillo de dientes cuando me advierten de que tal o cual niña serán vendidas por sus padres para ejercer la prostitución en Tailandia. Eso sí, yo al menos no cambio de canal para no echar los garbanzos del cocido. Luego hay gente de una sensibilidad sublime y divina que me reprochan cosas y ponen en entredicho mi propia humanidad a través de mi falta de respeto y sensibilidad hacia doscientos vecinos convertidos en pizza en un tren de cercanías con argumentos como "¿y si hubiese muerto algún amigo o familiar tuyo?". Pues mira, me lo puedo imaginar. Si hubiese sido el Porris, el olor a pollo frito habría llegado hasta mi casa, que desde que dice que él también hace bici estamos por empezar a alimentarle estrictamente a base de bellotas. Si le hubiese tocado a la Pauli, los Domingos yo y mi gato podríamos echar la siesta mucho más tranquilamente sin que la muy hija de puta nos grite al oído. Si hubiese sido la Tani, tan sólo habrían encontrado los pelos de su puto bigote, que son como los huesos del Lobezno, que se los tiene que depilar con un soplete de acetileno, la muy cabrona. Y si hubiese sido mi hermano... ¡qué coños!, a mi hermano ponedle kriptonita, y no una simple bomba de mierda.
Me pasa a menudo que quiero decir algo y acabo por los cerros de Úbeda. A lo que voy, es que, para lo poco que me hace gracia, que me dejen reír tranquilo y a gusto. Que no es un problema mío de falta de sensibilidad, sino vuestro por un exceso de cursilería y corrección política. Que no me colguéis más lazitos negros por gente que ni conocéis, cacho cabrones, que en el mundo muere un millón de personas a diario. No una, ni dos, ni diez, ni cien, ni mil, ni cien mil. Un puto millón. Y a vosotros se os ocurre pedirle a Dios que se lleve mi alma pecaminosa por reírme de un yupi en llamas por la tele, o de una prostituta menor de edad, o de un negrito con la polio (o de Jasp, aunque con este no soy el único). Que os jodan. Si queréis saber lo que de verdad es calidad humana y la sensibilidad, comedme la polla, capullos.
Que sí. Que soy un animal y un salvaje. Y feo, y gordo, y enano, y follo mal. Y un amargao, y un soso, y un empanao. Pero, ¡y lo bien que me lo paso!
PD: Ricardo, hijo de la grandísima puta, que llega el verano y te cantan los sobacos que dá asco acercarse a tí, pedazo de cabrón. Que cada vez que vienes a decirnos algo los móviles se apagan del pestazo que sueltas. Que las paredes de la oficina están marrones y no es del tabaco, pedazo de cerdo. Que hasta tu teclado tiene macarrones de la cantidad de mierda que llevas encima. Que el día que te metas en la bañera a lavarte vas a parecer una pastilla de Alka-Seltzer, so guarro.
PDD: Premio para quién me diga la película de la que he sacado el título del pst.